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Cáncer de endometrio-útero

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Seguimiento

La mayor parte de las recaídas tienen lugar en los tres primeros años tras el diagnóstico. El objetivo del seguimiento consiste en una detección precoz de una recidiva de la enfermedad y adicionalmente permite controlar el impacto del tratamiento en la calidad de vida.

La mayoría de las recaídas son sintomáticas siendo el más frecuente la presencia de sangre en la orina (hematuria), sangre en las heces (rectorragia/hematoquecia) y sangrado vaginal; en caso de presentarse la paciente deberá remitirse a consulta para valoración.

Las revisiones vendrán determinadas en función al riesgo de recaída pero en general se llevarán a cabo cada 3-6 meses los dos primeros años tras la finalización del tratamiento y posteriormente al menos hasta el quinto año cada 6-12 meses. 

Cada revisión debe incluir una serie de preguntas que nos puedan hacer sospechar de una recidiva local como saber si ha presentado sangrados, dolor, alteración del tránsito gastrointestinal o disuria. También debemos preguntar sobre efectos adversos a corto y largo plazo del tratamiento. Se debe aprovechar para fomentar hábitos de vida saludable en la consulta. Se debe proceder a una exploración física completa con palpación de cadenas ganglionares y exploración abdominal, la exploración ginecológica incluirá al menos exploración con espéculo, tacto bimanual y biopsia de cualquier lesión sospechosa de nueva aparición. La citología vaginal en el seguimiento del cáncer de cérvix no está recomendada considerándose incluso una práctica inadecuada. La determinación del marcador tumoral Ca125 en el seguimiento se puede considerar en aquellas pacientes con elevación al diagnóstico o histología serosa pero no forma parte del seguimiento habitual. 

Las pruebas de imagen (radiografía de tórax, tomografía computarizada o ecografía abdominal) en pacientes asintomáticas detectan entre un 0-30% de las recidivas, por lo que no se recomiendan de manera sistemática. La idoneidad de la realización de alguna pruebas de imagen en el seguimiento también deberá ser valorado de manera individualizada como en casos estadio III-IV de la FIGO al diagnóstico que se puede recomendar la realización de una tomografía computarizada de tórax-abdomen-pelvis de manera semestral durante los 2-3 primeros años.

Efectos adversos a largo plazo del tratamiento:

Los efectos a largo plazo dependerán del tipo de tratamiento recibido.

La mayor parte de las mujeres son diagnosticadas durante la menopausia o la perimenopausia pero a algunas mujeres se les induce este proceso de una manera abrupta. La terapia hormonal sustitutiva que se usa habitualmente para reducir la síntomas de la menopausia está contraindicada. Otros de los riesgos de la menopausia es la pérdida de densidad mineral ósea por lo que es recomendable la realización de densitometrías óseas de manera periódica de cara a prevenir osteopenia y osteoporosis.

La cistitis tras la administración de radioterapia consiste en una sensación de quemazón al orinar y puede ocasionar urgencia miccional. El tratamiento con radioterapia o la propia cirugía puede dificultar el control del esfínter urinario ocasionando incontinencia urinaria. Se recomiendan medidas para fortalecimiento de los músculos del suelo pélvico. Los vasos sanguíneos de la vejiga tras el tratamiento son más frágiles y de manera episódica puede aparecer sangre en el orina sin que necesariamente esté relacionado con una recaída de la enfermedad.

La radioterapia a largo plazo o la propia cirugía debilitan los músculos del recto dando lugar a alteraciones del tránsito gastrointestinal, incontinencia o sangrado rectal. Puede ser recomendable valoración por el área de nutrición de cara a poder aconsejar ajustes en la dieta e incluso medicación.

La linfadenectomía (resección de ganglios linfáticos) puede ocasionar la presencia de linfedema en una o las dos extremidades inferiores que se desarrolla meses o años después de la cirugía. El riesgo de su desarrollo es aún mayor si dentro del tratamiento adyuvante la paciente recibió radioterapia. Aunque el linfedema puede ser permanente existen medidas para ayudar a su manejo. Su presencia aumenta el riesgo de infecciones cutáneas y ante cualquier enrojecimiento de la piel, aumento de la temperatura de la piel, aumento del perímetro de una pierna de manera súbita o dolor el paciente debe solicitar valoración médica.

La quimioterapia también ocasiona efectos adversos que se inician durante el tratamiento con platinos y taxanos en forma de neuropatía sensitivo-motora. Esta puede remitir meses después de finalizar el tratamiento o persistir a largo plazo. En función del grado de afectación puede ser necesario tratamiento farmacológico para el control del dolor.

El tratamiento con radioterapia en la región pélvica ocasiona una pérdida de elasticidad y estenosis vaginal a consecuencia de la fibrosis de los tejidos. Estos puede ocasionar dolor o sensación de disconfort durante la exploración médica pero también cuando la paciente desee mantener relaciones sexuales. El uso de dilatadores vaginales puede ayudar a evitar el estrechamiento de la vagina, se recomienda comenzar a usar estos dispositivos unas 4-6 semanas tras la finalización de la radioterapia o más tarde si aún persiste la inflamación del tejido. Los lubricantes vaginales no hormonales pueden resultar de ayuda. A nivel psicológico los principales problemas incluyen trastornos del estado de ánimo, estrés, ansiedad y pánico ante una posible recaída. 


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