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Cáncer de tiroides

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Diagnóstico

La sospecha de un cáncer de tiroides comienza con el hallazgo de un nódulo en el tiroides. La mayoría de estos nódulos son benignos y no corresponden a patología tumoral; algunos no requieren salvo seguimiento estrecho.

En aquellos casos en los que exista sospecha de cáncer de tiroides se debe plantear el realizar:

1. Ecografía tiroidea: es la prueba más sencilla y accesible para el estudio del tiroides. Supone una exploración indolora y rápida que permite medir el tamaño del tiroides, el número de nódulos que contiene, el tamaño de éstos y la composición de los mismos. También nos permite ver si existe alguna estructura más afectada en el cuello como pueden ser los ganglios. Sirve de utilidad para orientar sobre la necesidad de realizar o no más pruebas.

2. Análisis de sangre: se miden los niveles de hormonas tiroideas (T3, T4 y TSH) y de los marcadores tumorales como la tiroglobulina, la calcitonina o el antígeno carcinoembrionario (CEA). Tanto la tiroglobulina como la calcitonina son bastante específicas y sensibles de alteraciones tiroideas y se suelen correlacionar con volumen o cantidad anómala de células tiroides, por lo que nos pueden poner en sobre aviso de la existencia de un tumor. De igual modo, estos marcadores tumorales nos son de utilidad para evaluar la respuesta a los tratamientos de estos tumores del tiroides así como para el seguimiento a largo plazo de los mismos.

3. Punción-aspiración con aguja fina (PAAF): una vez que tenemos un nódulo tiroideo identificado con ecografía, debemos analizarlo. Esta técnica consiste en la obtención de células a través de una aguja muy fina mediante aspiración para después observarlas al microscopio. Es una técnica poco dolorosa y rápida de realizar, con muy pocos efectos secundarios. Su precisión diagnóstica es del 90 % para las lesiones benignas y del 60-80 % para las malignas. En ocasiones el resultado puede ser no concluyente por lo que puede ser necesario repetirla.

4. Biopsia: algunas veces, las células que se obtienen por punción no son suficientes o definitivas para el diagnóstico y es necesaria una muestra más grande que consiste en la extirpación de la zona sospechosa para su posterior análisis. Es un procedimiento más complicado que requiere anestesia y produce más molestias por lo que únicamente se realiza en casos difíciles de diagnosticar mediante otras técnicas.

5. Gammagrafía tiroidea: es una prueba específica para el estudio de la patología tiroidea y mide su funcionamiento como glándula. Consiste en la administración de una sustancia radioactiva (generalmente Yodo-131) por vía oral o intravenosa. Permite la diferenciación entre nódulos no funcionantes, llamados “fríos” y los funcionantes o “calientes”: los nódulos “fríos” tienen mayor riesgo de malignidad. (Fig. 2).

Gammagrafía tiroidea

Fig. 2. Gammagrafía tiroidea

Una vez diagnosticado un cáncer de tiroides se puede el estudio de extensión con un TAC toraco-abdominal a valorar si con contraste yodado o no por el médico solicitante, una resonancia magnética, un PET con glucosa marcada e aquellos pacientes en los que se sospeche una histología agresiva o, en aquellos pacientes con dolores óseos se realiza una gammagrafía ósea que permite descartar metástasis óseas.


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