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MANUAL SEOM DE PREVENCIÓN Y DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL CÁNCER 249 En estas intervenciones a nivel individual podemos seguir las claves señaladas por Rodriguez Sanz, J. et al 24 : “Las estrategias de modificación de conducta deberían ayudar al paciente a identificar y controlar los factores desencadenantes, a encontrar los elementos que refuerzan su conducta, a comprender cómo y cuándo actúan y cómo controlarlos, así como a encontrar refuerzos para las conductas de prevención.” Cuando alguien se plantea modificar una conducta se hace dos preguntas: • ¿qué beneficio obtengo al modificar mi conducta? • ¿este cambio me supondrá inconvenientes? Y continúa Rodríguez Sanz, J et al 24 : “El factor más importante en el mantenimiento de un hábito es su componente emocional: cuánto placer se obtiene al hacerlo y cuánto desplacer causa no hacerlo.” Cuando somos capaces de llegar a este componente emotivo es el momento en el que podemos colaborar de manera significativa con nuestro paciente en su proceso del cambio. ¿Nos hemos planteado seriamente hacer un cambio en nuestros hábitos de vida? Miller y Rollnick 26 describen cinco preguntas que nos ayudarían a explorar ese componente emotivo del paciente, y que valoran las emociones y pensamientos en las diferentes fases del proceso de cambio, preguntas en las que se fundamenta la EM: • ¿Por qué querrías hacer ese cambio? • ¿Qué podrías hacer para conseguirlo? • ¿Cuáles son las tres razones principales para hacerlo? • ¿Cómo es de importante para ti ese cambio y por qué? • ¿Entonces, qué piensas hacer? Cada uno de nosotros tomamos nuestras propias decisiones respecto a lo que queremos o no hacer. No existe un objetivo de cambio hasta que la persona no lo hace suyo. Existen cuatro procesos básicos en la EM (según Miller y Rollnick 26 ): 1. Comprometerse: sellar un verdadero compromiso 2. Enfocar: marcar una dirección específica para conseguir nuestro objetivo 3. Evocar: detectar las motivaciones presentes en el individuo 4. Planificar: formular un plan específico de acción Con el desarrollo conceptual de la EM originaríamos intervenciones dirigidas de manera concreta hacia cada una de las fases o etapas del cambio. Sin embargo, a modo de ejemplo, no se ha conseguido demostrar la eficacia de las intervenciones específicamente diseñadas en función de la etapa del cambio en la que se encuentra el paciente en el ámbito de la AP respecto al hábito de fumar 27 . En la exploración de la relación del paciente con el hábito problema deberemos emplear preguntas abiertas. Como nos dice Rodríguez Sanz: “una pregunta abierta es aquella que invita al paciente a reflexionar y elaborar, ofreciéndole un amplio margen para elaborar una respuesta acerca de qué y cómo”. Con ella se posibilita al paciente recapacitar y expresar lo que es importante para él. Junto con las preguntas abiertas se emplean la validación, la escucha reflexiva y los sumarios (resúmenes que realizamos destacando lo más significativo que ha expresado el paciente) independientemente del estado o fase del cambio en la que se encuentre. Estrategias y habilidades que emplearemos desde una actitud de apoyo, sin enjuiciar, mostrando interés genuino en él, de modo que facilitemos la elaboración de su propio discurso y la visión de futuro acerca de lo que quiere conseguir 9 . A lo largo del tiempo se ha podido trabajar en diferentes niveles de profundidad con los estadios del cambio, y en diferentes ámbitos. Sin embargo, la eficacia real de las intervenciones ha generado controversias, ya que se ha visto que en algunas situaciones se percibe como incompleto. Una reciente revisión propone varios niveles de complejidad en las intervenciones relacionadas con los cambios de conducta, que se ven influidas desde el ámbito de las decisiones individuales hasta las más globales como legislativas, fiscales, provisión de servicios, educativas…

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